Compareció alzando la bandera de su ser, el orgullo de su tierra, el admirable proceso evolutivo de su cocina, de montaña alicantina y temperamento Mediterráneo, serena y rotunda, cabal y fogosa, ponderada y progresiva.
Con el arroz como protagonista, sus procesos y propuestas resultaron ser un aprendizaje significativo.
Una jornada que me llevó a realizar un ejercicio diverso de contemplación y distinción…
El esfuerzo de Kiko Moya va dirigido enfáticamente a provocar sensaciones en sus comensales. Cada cliente es uno y para cada cual se destina su esfuerzo. Es impensable exigir por grupos de dos la degustación de sus arroces. Cada plato es único y exclusivo. Y para ello incorporan otra paleta de sabores, más allá de los costumbristas, que no viniendo de la tradición nos evocan a ella.
Por supuesto que el arroz varía de cosecha en cosecha. Sus condiciones, el molido, el pulido… normal. Es usual en sus preparaciones encontrarnos J. Sendra.
En L’Escaleta utilizan aromáticamente el germen de arroz. Sus últimas incorporaciones pasan por la introducción del arroz Bombón, especialmente indicado para arroces melosos. Entre sus inquietudes figura el estudio del envejecimiento de los granos, (algo ya observado por los italianos), su aporte o no, si es poesía sentimental o realidad, obteniendo como resultado el tributo de ciertos matices.
El cereal que utiliza tiene que presentar mucho sabor. Sus cocciones justas y controladas, anteponiendo siempre su presencia en boca a otros factores. Los fondos, profundos pero no invasivos incorporan pluma y caza menor: perdices, codornices, pichones, paloma torcaz; liebre, conejo…carnes como el jabalí serían demasiado. Moya rehoga las piezas en una olla, aunque en determinadas ocasiones hayamos visto en grandes cocinas con capacidades meterlos al horno. Sobre gustos-sabores… condiciones.
En la carta de su restaurante maneja 3 arroces a mayores de alguno extra que pueda salir. Cada uno con su caldo, hijo de su padre y de su madre. Es fundamental la técnica y la especialización. No tendría sentido argumentar varias confecciones partiendo de un mismo proceso.
Nunca sala los fondos, evitando el incontrolable poder de su reducción, añadiendo la sal en el momento de la preparación. Importante la proporción de carne respecto al caldo; optimizar sí, pero no racanear; no se pueden exprimir cuatro huesos y carcasas para los arroces de toda una semana.
Kiko Moya utiliza en muchas ocasiones manteca de cerdo en lugar de aceite de oliva (por supuesto para arroces de carne, no de pescado), aportando más untuosidad, más brillo, sobre todo con carne de caza, poseedora de mucho gusto y menos grasa. O, en su caso, grasa de pato en los que incorpore este animal.
Y por supuesto, la cocina no son matemáticas. Para un arroz de conejo, no utiliza, por ejemplo, el hígado de las aves para hacer el fondo; sin embargo, para uno de pichón, la sangre es muy importante.
Entre ollas y cazuelas, cucharas, cucharones, aromas, sabores y recuerdos de las abuelas la jornada sucedió y mucho nos dejó:
Pablo Márquez
Asesor de Gasma